Cadena de Favores

El día del lanzamiento del Movimiento por la Paz y la No Violencia estuve allí, compartiendo con todos los asistentes, de un espíritu innovador. No en el contenido, que es algo que muchos mamamos desde la infancia, sino desde el ser concientes de algo que debería estar y dejábamos de lado. El poder de cambiar una cachetada por una caricia, poder que nos supera como humanos y como raza racional que somos; da mejor resultado una palabra amable que un reproche severo.

Al avanzar la charla me vino a la mente una película que vi, protagonizada por el nene de Sexto Sentido, que se llama “Cadena de favores”. Si de cambiar el mundo se trata, esta película intenta ser un tímido reflejo de los que luchan, puertas adentro, para transformar su realidad ayudando a terceros. El asunto, ciertamente complejo, aparece simplificado, ya que todo remite a un niño de buen corazón, que pretende cambiar las cosas aplicando una fórmula que combina solidaridad para los que la necesitan con gratificación propia. Una regla de tres simple para ayudar a pobres almas que, a no dudarlo, logra moverte la estantería.
En una clase del colegio el profesor revoluciona todo con una frase en el pizarrón: "Pasea la vista por el mundo que te rodea y cambia lo que no te guste" consigna que los alumnos toman al pie de la letra. Así aparecen alocadas ideas para cambiar el planeta. Pero la de este nene que se llama Trevor, de once años, nace cuando pasa con su bicicleta por un campamento de gente sin techo. Y pone en acción el germen de la cadena de favores invitando a uno de ellos a su casa, proveyéndole comida, algo de dinero y un lugar en el garage. Así comienza la cadena, cuya primera regla reza: debes ayudar a tres personas distintas y cada una de ellas hará lo mismo con otras tres. Y así sucesivamente. Como las cadenas de favores que prometen la felicidad por Internet y cada dos por tres caen en nuestras casillas de correo.
Aca la motivación de Trevor hace que las cosas cambien para todos. Yo me imaginaba mientras escuchaba a Lilita, que podría pasar si nosotros tomáramos, con la inocencia fresca y pura de un niño, la consigna como propia y estimuláramos a nuestro entorno a comportarse de una forma que sea conducente con la paz y elimináramos todo signo de violencia, y descubrí que ese es un mundo donde me gustaría vivir y criar a mi hijo.

Roberto Braccini